Qué pena. Ha muerto el último icono del cine, del gran cine.
El miércoles 27 de marzo.
El autor de los grandes guiones, de las grandes comedias, dramas y de los mejores relatos que jamás haya habido en el cine.
Ha muerto Billy Wilder, el hombre que sobrevivió a Capra, Lubitsch, los hermanos Marx, Audrey Hepburn, Cary Grant, Jack Lemmon, Walter Matthau, John Ford, Charles Chaplin... en fin, a todo Hollywood, o por lo menos a las leyendas de Hollywood.
Él era el único realizador vivo de esa época dorada. Tal vez el único mito vivo.
Estuvo a punto de retomar su carrera escribiendo y dirigiendo "La lista de Schindler", una historia de superivientes. Curiosa casualidad.
Desde hacía meses yo esperaba encontrarme la noticia. Yo abría los periódicos con temor porque, aunque pareciese impensable, uno siempre albergaba la esperanza de ver algo suyo de nuevo. O, en el colmo de la ilusión, de encontrarse con él en un restaurante de Beverly Hills, como decía el Director Cameron Crowe.
Lo único que puede calmar la pena sea pensar que las disputas entre los Estudios que poseen derechos de sus películas termine y se consiga que se edite toda su filmografía en DVD (¡y con suerte aquellos impresionantes making of alemanes en los que él participó llamados "¿Cómo lo hiciste, Billy?").
Qué pena. De verdad, qué pena.